Y QUE SALGA EL SOL POR DONDE DEBA

 

Este año, por fin, me decidí a dar el salto. A dejar de darle vueltas al asunto y lanzarme al vacío.

Al vacío del Doctorado.

Tengo que decir que me resulta curioso que, en ocasiones, cuando le cuento a alguien el jaleo en que me he metido, parecen darme más condolencias que felicitaciones, como si el proceso de realizar una tesis doctoral fuese más una suerte de penitencia autoimpuesta para espiar negros pecados, que algo que se hace con ilusión, ganas y espíritu de aprendizaje.

Dejando de lado estas cuestiones, que no dejan de ser anecdóticas, resulta que esta etapa que se abre, como todas en las que me he embarcado, parece discurrir por caminos que rara vez siguen trayectorias rectas. De tener el firme bien asfaltado, ni hablemos.

A mí, dame curva y bache, que es lo divertido.

Así que, para poder iniciar este posgrado, tengo que, antes, realizar unos complementos formativos. Complementos formativos que se concretan en varias asignaturas de máster.

Proyecto 'Piedra del Letrero', por 'GRX Arquitectos'. Imagen de 'Imagen Subliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero)' .

Y, como no se establecen excesivas restricciones, puestos a cursar unos cuantos créditos, que sean de materias que siempre me han llamado la atención pero que, por formar parte de una titulación cuya finalidad no va con mis inquietudes, he descartado. Una de ellas es Miradas Cruzadas, dirigida por Tomás García Píriz y Antonio Cayuelas Porras. La dinámica de la asignatura, para alguien como yo, no puede ser más estimulante: cada viernes un invitado de trascendencia en el ámbito de la Arquitectura imparte una ponencia sobre la que, a lo largo de la semana, hay que hacer una valoración crítica breve. Cualquiera que me conozca mínimamente sabrá que un planteamiento así está hecho casi a la medida de mis necesidades.

La primera sesión, la del viernes 18 de Febrero, estuvo encomendada a Carlos Gor, uno de los tres hermanos miembros de GRX, estudio granadino joven con una trayectoria de lo más interesante. De hecho, no se me ocurre, ahora mismo, mejor estudio local con el que empezar una dinámica de clase así.

Recibí la noticia con ilusión, ya que se trata de unos arquitectos cuya producción he seguido de cerca con mucho interés, pero a los que, lamentablemente, no había visto hasta entonces en conferencias o congresos por fallo mío ya que, de hecho, son bastante activos en estas labores–.

Como siempre, pues es mi sino y mi destino, llegué algo tarde. Salir del trabajo y tener que pasar por la biblioteca a dejar y coger libros me retrasó levemente, así que me incorporé al Aula en silencio, como se debe hacer en este tipo de actos cuando uno peca de impuntual.

Me sorprendió comprobar que Carlos habla bajito. Muy bajito, cosa rara entre arquitectos. Pero rápido, cosa, también, poco habitual en el gremio. Es como si, siendo consciente de que tiene mucho que contar, optase por invertir todas sus energías en amortizar al máximo el tiempo disponible y dejara de lado el malgastar julios en decibelios.

De nuevo, se trata de algo tangencial, casi intrascendente, pero que, a mí, me hace ver el tipo de ponente, metódico y cargado de información, que tengo ante mí.

Libro 'La Idea construida', por Alberto Campo Baeza

Como suele ocurrir en estas charlas, como introducción, el arquitecto en cuestión enumera, de manera más o menos ligada, todo el palimpsesto de referencias que deambulan por su cabeza cuando proyecta. Y se constata que la base teórica en la que se asienta su argumentario es, no sólo amplísima, sino variadísima. De Duchamp a Campo Baeza, pasando por David Lynch y Bernard Rudofsky –y seguro que algo de Andrzej Sapkowski también habrá–.

Entre las muchas cosas que encadena, a modo casi de chascarrillo, comenta algo así como que, “[…] en la escuela, nos hacen, a los alumnos, estar constantemente en un concurso de Arquitectura” y, la verdad, no puedo estar más de acuerdo. Como desgrana Albert Casals Balagué en su libro ‘La Arquitectura: otro Arte enfermo. Etiología del mal y sus antídotos’, éste es, precisamente, uno de los grandes defectos que, tradicionalmente, han tenido los planes de estudios de las Escuelas de Arquitectura. No ya sólo porque, a base de proponer ejercicios teórico-prácticos relativos a edificios imposibles de presupuestos desorbitados, alejan al estudiantado de la realidad profesional a la que se verán inevitablemente avocados, sino porque, además, generan entre los futuros arquitectos una sensación de competición insana que, a los que son fuertes de espíritu les llevarán a dar lo mejor de sí mismos, pero que pueden acabar con las esperanzas e inquietudes de los más apocados. Eso por no mencionar el hecho de que quedan fuera de toda posible vía de trabajo las alternativas profesionales a las que un Arquitecto se puede dedicar y que parecen ser ninguneadas plan de estudios tras plan de estudios.

Libro ‘La Arquitectura: otro Arte enfermo. Etiología del mal y sus antídotos’ por Albert Casals Balagué.

 En relación a esto, recuerdo que, estando ya bien avanzado yo en la licenciatura –no era, ni mucho menos, un pipiolo–, en una asignatura de proyectos de cuarto curso, nos mandaron diseñar un contenedor cultural en altura. Esto que suena tan rimbombante, en esencia, era plantar un rascacielos de cuarenta plantas en mitad de Granada. Yo, sinceramente, no entendía nada. Se escapaba a mi comprensión que en una ciudad menuda como la mía, se plantease como algo posible cascar, en pleno centro, un bicho que duplicaba de sobra al edificio más elevado de la ciudad.

Y hasta la torre de la catedral.

Entre los compañeros alguno discrepó en voz alta. Yo no, yo era demasiado retraído para llevar la contraria a un profesor al que admiraba y admiro y que sabía y sabe mucho más de Arquitectura que yo. Yo, simplemente, me dediqué a asumir que era evidente que estaba perdido con respecto a lo que los nuevos tiempos planteaban sobre Arquitectura.

A eso y a intentar desarrollar un proyecto lo más coherente posible, claro.

Así que, obsesionado por el daño que mi obra podría hacer a la ciudad, me empeñé en compensar cada una de sus puñaladas con tiritas que hicieran, en la medida de lo posible, que la herida sangrase menos. Librar la planta baja para que se generase una suerte de Dintel de la Cultura –tengo que reconocer que este nombre me quedó bien–  y moldear su geometría, achaflanando aquí y allá, para que el volumen final no fuera un macizo autoritario, sino que dialogase con sus referencias urbanas más inmediatas –Palacio de Congresos, barrio Fígares…–. Me tiré semanas plegando y haciendo maquetas hasta conseguir algo de lo que, oye, terminé satisfecho. Mi constatación de que no tenía ni idea de por dónde iban los tiros en la Arquitectura de hoy día llegó cuando el profesor, tras escuchar mi perorata, me comentó, no sin falta de razón, que lo bueno de un rascacielos es que, por su entidad, en una ciudad carente de ellos, no necesita responder a las particularidades de su entorno, ya que éste queda totalmente transformado al surgir él.

A mí eso me descorazonó. Porque, pese a asumir como cierta la afirmación del profesor, no podía entender que el capricho de una mano dibujante fuera suficiente argumento como para modificar radical y definitivamente la imagen de una ciudad.

Carlos Gor, en su charla, por su parte, comentaba, de nuevo cargado de razones, que es muy difícil, en los asentamientos periféricos de la ciudad, establecer o, siquiera, localizar referencias o influencias que condicionen y orienten el proyecto. Y, como digo, me resulta casi imposible llevarle la contraria.

Parece que los edificios, conforme se alejan del centro urbano, bien sea horizontal o verticalmente, tienen una especie de bula para poderse configurar de formas más licenciosas a cómo lo harían si se los desarrollase en pleno casco urbano.

'Casa Calixto' por 'GRX Arquitectos'. Imagen de 'Javier Callejas' + 'Imagen Subliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero)'.

Lo bueno de esto, lo realmente esperanzador, es que, cuando estos proyectos los desarrollan equipos como GRX, se concretan en realizaciones maravillosas e intachables como la Casa Calixto.

Entre las muchas intervenciones que expuso brevemente –cafetería Dulcimena, coworking en San Pedrode Alcántara, la Casa de las Cortinas…– me suscitó especial interés la reforma de la casa familiar situada en la Puebla de Don Fadrique [PDF, ahí es nada], el proyecto Corral y Patio.

Y lo hizo por dos motivos.

Por un lado, por ser una intervención de la que no se espera rédito económico. Que un arquitecto, en sus primeros proyectos siempre tiene como clientes a familiares y amigos, es algo más que sabido. Pero éstos, por norma, mejor o peor, pagan. Algo, mucho o poco, pero pagan. En el caso de la intervención de GRX la dedicación durante varios meses a este proyecto en exclusiva se hizo sin contraprestación económica alguna. Y, oye, esto, para un arquitecto, no es poca cosa.

Y, por otro lado, y siendo ésta la razón de peso, porque el proyecto se trata de consolidar lo existente, poniendo en valor unas carpinterías de madera, tejas y tinajas que, una vez restituidas tienen una belleza exquisita. Tanto es así que determinadas imágenes y fotografías recuerdan al mejor Barragán.

Personalmente, me he quedado enamorado del resultado y, sobre todo, del proceso.

'Corral y Patio', por 'GRX Arquitectos'.

Carlos nos cuenta, al hilo de las imágenes que aparecen en pantalla, y, al hacerlo se le quiebra de forma sincera la voz, que su abuela, al sentarse en el patio reformado estaba a gusto y, pese a haber sido transformado de manera importante, no percibía el cambio.

Este tipo de circunstancias me confirman en la idea de que la Arquitectura no se configura sólo por los muros y superficies que le dan forma, sino, también, por todas aquellas otras variables, más etéreas y elevadas, que nos estimulan sensorialmente. Estoy seguro de que la anciana mujer, sin saberlo, estaba percibiendo el calor de la Luz del norte de la provincia, los olores del patio, el sonido de los entornos y la atmósfera de un lugar que, pese a haber sido intervenido, no había cambiado en esencia

Que mantenía, en suma, su impronta.

Y, oye, eso es muy, muy difícil de lograr. De hecho, para conseguir algo así, además de mucho trabajo, hay que estar dotado de una cantidad importante de talento.

Termina la charla con la proyección incompleta –por falta de tiempo– del documental Vernacular, vídeo al que Carlos ha dedicado tiempo y ganas, que ha sido desarrollado para exposición del mismo nombre de la que el Arquitecto ha sido curador y en el que ha colaborado la buena amiga y fotógrafa que me ha acompañado a esta charla, RocíoRomero. En el clip, ponentes de mayor o menos fama en el panorama nacional –TEd´A, Sol 89, Vaumm, Bosch Capdeferro, Carlos Quintans, H Arquitectes, Flexo Arquitectura, Carlos Oliver, Álvaro Carrillo, Arquitectura G, unparelld’arquitectes y los propios GRX Arquitectos– insisten y reinciden, una y otra vez, en la necesidad de repensar la forma en que realizamos nuestras Arquitecturas: utilizar materiales locales, recuperar técnicas constructivas tradicionales adaptadas a los nuevos tiempos… En suma, pese a vivir en el mundo globalizado en que deambulamos, particularizar cada proyecto a las características del lugar en que se desarrolla.

Cartel de la exposición 'Vernacular', comisariada por Carlos Gor.

Algo, en definitiva, tan evidente que resulta incomprensible que se haya dejado de hacer por norma. Algo que Sáenz de Oíza resumía diciendo –con mucho nervio y sentencia– que “[…] la buena Arquitectura responde a su tiempo y lugar y que, bajo ningún concepto un edificio podrá ser buena Arquitectura si, estando proyectado para la ciudad de Madrid, lo hace bajo los mismo parámetros con los que se proyecta en China”.

Al salir de la charla, además de marcharme con un montón de frentes abiertos sobre los que reflexionar, me queda la certeza de saber que GRX es un estudio joven en su trayectoria –emergente, que se diría ahora–, pero muy maduro en sus postulados. Un trío de arquitectos que, si bien aún tienen mucho camino –por suerte– que recorrer, estoy convencido de que lo transitarán desde la reflexión y el apoyo continuo en una base teórica que no parará de crecer.

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