MODERNA DE PUEBLO

Hay quien dice que ya está todo inventado. Que, a fin de cuentas, lo único que puede hacer la mente humana es trabajar sobre realidades ya construidas y darles una vuelta de tuerca más: cambiar levemente su forma, hacerlas más eficaces, modificar su estética para adaptarla a las nuevas tendencias de los tiempos o mejorar su funcionamiento interno. 

Pero no ir mucho más allá.

Un coche seguirá siendo un coche, por más eléctrico que sea su motor, y una televisión no dejará de ser, en esencia, una televisión pese a que llegue a ser más fina que un formato A4 de papel vegetal.

Fernando Higueras. Imagen extraída de la web 'Traveler' 

Fernando Higueras verbalizada esta idea de una forma tan ejemplar como campechana. Según él, ningún proceso creativo surgía de la nada, de un pulso en el tiempo cargado de inspiración, sino que era consecuencia y herencia inmediata de aquello a lo que el propio arquitecto –o artista, en general– se hubiera dedicado previamente. Así, como recoge Alberto Humanes en 'Fernando Higueras. Arquitecto Figurativo', el polifacético Higueras afirmaba que era necesario “[…] insistir en la obra anterior para hacer un nuevo edificio cada vez un pelín menos malo”. Y añadía que “[…] claro, cuando lo que haces cada vez es un pelín menos malo, cada vez eres un pelín menos brillante y, al final, pues eres lo que tienes que ser: un arquitecto normal y corriente y correcto”.

A los ojos del arquitecto madrileño, la repetición de una idea, de un concepto, lleva a una mayor perfección –o, socarronamente, nos aleja del fracaso y el estrépito–, pero, al mismo tiempo, parece ubicarnos en una posición relativamente más cómoda –seguramente, más acomodada– que arranca del creador toda, o casi toda, capacidad de sorprenderse y sorprender.

Portada de 'La Corona de Espinas', de Alberto Humanes Bustamante.

Con los conceptos, términos e ideas que irrumpen de forma radical y casi invasiva en una sociedad en determinados momentos ocurre algo similar. Llegan como una bocanada de aire fresco, se instalan en nuestro entorno y, pasado un tiempo, pierden toda su brillantez y casi parecen convertirse en juguetes rotos.

Es el caso del futbolista, actor o músico que se quema –o al que queman– antes de alcanzar la cima llevado a contextos más cotidianos.

Así, nos hartamos de usar nuevos vocablos de vida corta que no son más que vestiduras recién compradas para ideas ya muy viejas. Eufemismos contemporáneos de realidades que siempre han estado ahí.

Y que siempre han tenido nombre propio.

En Arquitectura somos especialmente dados a esta, buena o mala, costumbre. Somos terriblemente tendentes a tomar un nuevo planteamiento, idea o conceptualización y repetirla hasta la extenuación.

La Sala de Usos Múltiples, con frecuencia un local rectangular en planta tan indefinido como incapaz de alojar de forma eficaz ninguno de los usos que se le demandarán en el futuro, es claro ejemplo de ello. Raro ha sido el proyecto de uso colectivo –sea este uso la totalidad del edificio o sólo una parte de ella– que, estando o no justificado por programa, no haya incluido, al menos, una sala cuyo diseñador haya identificado como de usos múltiples.

Que haya sido pensada como tal o que sea apta, eficiente y coherente con su definición es, obviamente, otro cantar.

En esa línea, una muy buena amiga y Arquitecta, Cristina Hernández Díaz, me invitaba, en estos tiempos de encierros y cuarentenas, a reflexionar sobre el concepto de 'Vivienda Contemporánea'. Qué es y qué entiende la gente no especializada por 'Casa Contemporánea' o, dicho de forma llana y sencilla, 'Casa Moderna'.

'Ville Savoye' de Le Corbusier. Imagen del usuario de Flickr 'Rory Hyde' 

Si pidiéramos a alguien de nuestro entorno que nos esbozase un retrato robot sobre lo que él o ella entiende por 'Casa Moderna', casi sin lugar a dudas nos la definirían como un sólido contundente, muy seguramente, con forma de caja de zapatos; de hormigón gris o intensa y cansinamente blanca; con enormes ventanales infinitos sin carpintería alguna; por supuesto, con cubierta plana y, faltaría más, con un interior huérfano de mobiliario.

“Vamos, minimalista”, diría alguno de los más atrevidos.

Si tomamos punto por punto cada uno de los aspectos mencionados, veremos que se ajustan como un guante a la definición de Arquitectura que tanto Le Corbusier como su primo y colaborador Pierre Jeanneret incluyeron en el manifiesto 'Les Cinq Points d'une Architecture Nouvelle', documento que vería la luz entre los años 1926 y 1927. Por supuesto, no es difícil identificar entre esos rasgos los preceptos que se exigieron a los proyectos que tanto Henry-Russell Hitchcock como Philip Johnson y Alfred Barr exigieron a las obras que habrían de incluirse en la exposición –y el catálogo correspondiente– de 1932 'The International Style'.

Portada del catálogo 'The International Style: Architecture since 1922'

Resulta curioso, por no decir delirante y rozando lo absurdo, que, cuando casi se cumple un siglo de ambos acontecimientos [ojo, cien añazos; al menos, tres generaciones], la imagen de 'Vivienda Contemporánea' que tiene el grueso de la población haya variado tan poco y que, sobre todo, se asuma como un modelo fijo que responde a unas cuantas características que permanecen invariables.

Especialmente cuando la vida –y las ciudades– ha cambiado tanto.

La cuestión que me planteaba esta buena amiga iba más allá. Ella defendía que gran parte de la culpa de que persista esa idea falsamente unificada y absolutamente desfasada en torno al espacio doméstico actual lo tenemos precisamente los que más esfuerzos deberíamos invertir en eliminarlo: los propios Arquitectos.

Y yo estoy muy de acuerdo con ella.

Bajo mi modesto punto de vista, si hay algo que defina a la 'Casa del S. XXI' es que no responde a un usuario tipo o que, al menos, no debería.

Si el mencionado Le Corbusier y sus coetáneos consideraban al hombre como un ser universal que, residiera donde residiera, tenía, sí o sí,  las mismas rutinas y desarrollaba su día a día en núcleos tipo, hoy, claro está, no podemos partir de una premisa que simplifique a tal extremo la diversidad social, laboral y familiar que nos rodea.

Por tanto, ¿qué es una 'Casa Moderna'? Aquélla que, más allá de cuestiones estéticas, de materiales o de formas, responde a las necesidades y demandas de sus habitantes.

“Bueno, vale, Álex”, me dirá un amigo si así le contesto, “eso está muy bien si eres tú el que se hace su propia casa, pero, ¿qué pasa con las viviendas alquiladas? ¿Y con los bloques de vivienda colectiva?”

Pues que, necesariamente, tendrán que ser adaptables. Huirán de la rigidez y de los esquematismos del mismo modo en que lo hará el propio habitante en su vida social, laboral, afectiva y hasta sexual.

'Casa Levene', de Eduardo Arroyo. Imagen de Roland Halbe.

La vivienda ha de ser realidad construida de las rutinas –o de la ausencia de éstas– del hombre y/o la mujer que la habiten. Ése, y no otro, debe ser el principio y final del proyecto doméstico de nuestro tiempo.

Habrá que pensar en forma, materiales, accesibilidad y sostenibilidad, claro, pero siempre partiendo de la premisa anterior. Y somos los Arquitectos y los aficionados y amantes de la Arquitectura los que debemos eliminar ese cierto elitismo que, a veces, nos ciega, para comunicar a nuestro entorno cercano y lejano que hay más Arquitectura doméstica que la caja de zapatos de hormigón sin muebles.

'Villa Nurbs', de Enric Ruiz Geli y Cloud 9. Imagen de Luis Ross

Quizá así, en el futuro, cuando volvamos a preguntarle a ese amigo que nos describa lo que él entiende por 'Vivienda Contemporánea' nos cite la 'Casa Levene' de Eduardo Arroyo, o la 'Villa Nurbs' de Enric Ruiz Geli y Cloud 9, o la 'Maison à Bordeaux' de OMA, o la 'Casa de Madera Contrachapada' de Herzog y De Meuron, o la 'Casa en Rota' de Antonio Jiménez Torrecillas, o la 'Casa Hemeroscopium' de Ensamble Estudio, o la 'Casa en Never Never Land' de Andrés Jaque, o, en el caso de viviendas plurifamiliares, las 'Viviendas en la Calle Doña María Coronel' de Antonio Cruz y Antonio Ortiz, o el proyecto 'Next 21' de Yositika Utida [entre otros], o el 'Árbol Para Vivir' de Fruto Vivas y Edgar Fortul, o los 'Choux de Créteil' de Gérard Grandval, o la 'Cooperativa Habitacional La Borda' del estudio Lacol…

Proyectos, todos ellos, tan modernos y contemporáneos como diversos entre sí.

 

 


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